Día litúrgico: Sábado XXXI del tiempo ordinario
Estaban oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de Él. Y les dijo: «Vosotros sois los que os la dais de justos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es estimable para los hombres, es abominable ante Dios».
«El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho»
Rev. D.
Joaquim
FORTUNY i Vizcarro
- (Cunit, Tarragona, España)
Hoy, Jesús habla de nuevo con
autoridad: usa el «Yo os digo», que tiene una fuerza peculiar, de
doctrina nueva. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen
al conocimiento de la verdad» (cf. 1Tim 2,4). Dios nos quiere santos y
nos señala hoy unos puntos necesarios para alcanzar la santidad y estar
en posesión de lo “verdadero”: la fidelidad en lo pequeño, la
autenticidad y el no perder de vista que Dios conoce nuestros corazones.
La fidelidad en lo pequeño está a nuestro alcance. Nuestras jornadas
suelen estar configuradas por lo que llamamos “la normalidad”: el mismo
trabajo, las mismas personas, unas prácticas de piedad, la misma
familia... En estas realidades ordinarias es donde debemos realizarnos
como personas y crecer en santidad. «El que es fiel en lo mínimo, lo es
también en lo mucho» (Lc 16,10). Es preciso realizar bien todas las
cosas, con una intención recta, con el deseo de agradar a Dios, nuestro
Padre; hacer las cosas por amor tiene un gran valor y nos prepara para
recibir “lo verdadero”. ¡Qué bellamente lo expresaba san Josemaría!:
«¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de grandeza imponente? —Un
ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de cemento, uno a
uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y trozos
de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas...
¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza
de cosas pequeñas!».
Examinar bien nuestra conciencia cada noche nos ayudará a vivir con
rectitud de intención y a no perder nunca de vista que Dios lo ve todo,
hasta los pensamientos más ocultos, como aprendimos en el catecismo, y
que lo importante es agradar en todo a Dios, nuestro Padre, a quien
debemos servir por amor, teniendo en cuenta que «ningún criado puede
servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se
entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16,13). Nunca lo olvidemos:
«Sólo Dios es Dios» (Benedicto XVI).
«Haceos amigos con el dinero injusto»
Rev. D.
Antoni
CAROL i Hostench
- (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)Hoy, rodeados como estamos de un ambiente consumista, Jesús vuelve a acariciar nuestra conciencia para persuadirnos de las falsas felicidades. Y no lo hace cargándonos con prohibiciones, porque el camino de la santidad es —ante todo— una invitación a la felicidad: «Si quieres entrar en la vida…» (Mt 19,17). El Señor nos anima a trabajar, a gestionar el "dinero" de este mundo con rectitud de intención y con afán de servicio.
Estamos llamados a lo más alto (a la caridad) tratando las cosas de la tierra en un sentido constructivo. El Creador mandó "dominar la tierra", pero no de cualquier manera ni a cualquier precio, pues, a la vez, nos ha prescrito "multiplicarnos" y "llenar" la tierra (cf. Gen 1,28). Sólo el amor (el darse a los demás) es la verdadera medida de esa plenitud que Dios nos pide ya en esta vida.
Con la expresión «dinero injusto» (Lc 16,9) Jesucristo alude a esas cosas terrenales que, en sí mismas, sin ser malas, no nos hacen justos ni nos preparan para la felicidad eterna. El Maestro nos invita a amar a los demás («haceos amigos»), no sólo mediante la oración, sino también en el día a día, con un recto y servicial manejo de los bienes terrenales.
La eternidad es demasiado larga para los "entretenimientos": quien se entretiene en este mundo, se aburrirá en la eternidad. En cambio, el amor —que siempre aspira a crecer— goza en la eternidad. Por eso, hemos de evitar el encogimiento del corazón causado por el entretenimiento con el dinero "injusto".
Hoy como antaño, no faltan quienes oyendo esas palabras siguen burlándose de Jesús (cf. Lc 16,14). Así, al Vicario de Cristo lo tachan de intransigente, a la vez que se ríen de los católicos viéndonos como ingenuos manipulados por un "dictador". El servicio del Sucesor de Pedro es una caricia a nuestra conciencia para defendernos de la dictadura del "führer" de turno: llámese "relativismo", lo "políticamente correcto"... «De Newman aprendimos a comprender el primado del Papa: 'La defensa de la ley moral y de la conciencia es su razón de ser'» (Benedicto XVI).
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Fuente: evangeli.net
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