Día litúrgico: Viernes XXXIII del tiempo ordinario
«Mi casa será casa de oración»
P.
Josep
LAPLANA OSB
Monje de Montserrat - (Montserrat, Barcelona, España)
Hoy, el gesto de Jesús es
profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción
simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del
templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de
ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is
56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en
la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan
definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en
espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la
realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum
documentum / novo cedat ritui» (Que el Testamento Antiguo deje paso al
Rito Nuevo»).
El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).
En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.
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Fuente: evangeli.net
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